martes, 23 de octubre de 2007

LA HERENCIA DE LA TIA TUCA

-Infeliz!!! No hay mujeres frígidas, está lleno de tipos que cogen mal! –Gritó la Niceta, furiosa, revoleando el pingüino de cerámica que estalló contra la pared, salpicando a Marito con tinto y jugo de naranja.
El pobre huyó despavorido y un tanto moreteado, ésta había sido la peor de las peleas y la gorda estaba insoportable. Al principio, todo era distinto, claro es todo amor y sexo, sobre todo lo segundo, que si es bueno aumenta lo primero. Pero después, con la convivencia llegan los problemas, los celos, las presiones, los quehaceres domésticos y gastos, gastos y mas gastos, y si no hay con que solventarlos, no hay amor ni sexo que salve la pareja. Siempre nos creemos los salvadores del pito y al mes nos damos cuenta de que somos unos boludos -pensaba Marito, mientras caminaba despacio, mirando al suelo, arrastrando los pies, con cierto aire tristón, porque en el fondo él a la Niceta la quería, a pesar de los rayes y las perversiones.-Yo no mantengo vagos, inútil de mierda- le dijo ella- volvé cuando consigas algo de plata o un trabajo decente...-Esta última frase resonaba en su cabeza. Marito era buen tipo, pero tenía mala suerte. Fue a pedir asilo a la casa de su ex, la travesti Glenda Glande y lo sacó cagando, ahora estaba saliendo con un enano vendedor de choripanes en plaza Once. –Andá gil, andáte con esa gorda!- Fue todo lo que dijo y le cerró la puerta en la cara. Pobre Marito.
No tenía donde caerse muerto, su libro MI DUCHA, aquel ensayo neo nazi sobre la higiene, apenas vendió tres copias. (A un señor llamado Klaus). Su última novela, contaba las desventuras del fantasma de un coronel manco, que pretendía escribir sus memorias y no encontraba quien lo ayude a hacerlo, EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA, se tituló, pero un colombiano inescrupuloso lo acusó de plagio y después del juicio, Marito perdió su casa. Se mudó con la Niceta y escribió su biografía, YO SOY YO Y MIS CIRCUNSTANCIAS, pero no encontró editores interesados. Ahora estaba sólo y deprimido. Sus pasos lo llevaron hasta el viejo bar EL CLU DEL DOWN, donde iban a ahogar sus penas en alcohol todos los perdedores de la zona. No era un bar, era un pozo oscuro y depresivo, lleno de humo y olor a viejo, a humedad, con personajes grises y vencidos, tomando vino rancio.
Parece que el ambiente potenció su melancolía y ahí nomás Marito decidió terminar con su historia. –Voy a morir... Voy a morir y después van a decir, sí, yo lo conocí, era un gran escritor... Bla, bla, bla.- Con toda solemnidad, se acercó a la barra y, como cuenta la leyenda que hizo Dylan Thomas, pidió: -Mozo, deme siete wiskys dobles...
-No hay wisky, hay tinto nomás...
-Eh... ¿No tiene algo más fuerte jefe...?
El mozo, con cara de pocos amigos, le acercó un vasito de plástico y una lata de cera para pisos. -Pero me cago en Dios ya ni morir con dignidad puedo...Pensó Marito, pidió un tinto y se sentó en una mesa junto a la ventana. Vio pasar unas cuantas chicas, lindas tetas, buenos culitos, todas flacas, ninguna como su Niceta.
En eso entraron al bar Virgilio y Miguelito Miguel Tortilleti, el gordo barrilete, antiguos compañeros de aventuras del paja. Se arrimaron a la mesa y charlaron un rato de bueyes perdidos (Marito había perdido una vaca).Virgilio estaba con una terrible indigestión, venía de la casa de su novia y los padres de ésta le habían caído muy mal. Al cabo de un par de botellas de vino con soda y granadina, re podrido de escuchar las quejas de amor de sus amigos, el gordo barrilete, les propuso ir a visitar a un pibe que dicen que cumple deseos, RAMONCITO, el niño milagroso de Villa Caraza. Ninguno de los tres creía en esas cosas, se miraron, apuraron el trago y emprendieron la excursión hacia lo desconocido.
Bajaron del colectivo de la línea nueve en la estación Villa Caraza y caminaron asustados por una estrecha callecita de tierra bordeada por una zanja pestilente, mientras varios perros raquíticos los seguían y les ladraban. El barrio estaba compuesto de casillas de chapa y ladrillos huecos. Blanqueadas a la cal y con precarios alambrados que rodeaban los patios donde jugaban algunos pibitos descalzos. En una esquina, en la cual había una pintada que decía: “Vote Quindimil – Manolo Conducción”, unos muchachos con muchos tatuajes y pocos dientes, empinaban una cerveza. –Nos van a afanar, nos van a afanar, loco rajemos... -soltó Marito. –Callate cagón que ya llegamos- contestó el gordo Tortilletti autoproclamado guía.
Al llegar, el trámite fue simple y rapidísimo. Previo pago de diez pesos, entraron en una especie de capillita de chapa plagada de velas de colores brillantes, rojas ,amarillas, verdes; imágenes de santos, ropa, calcomanías de todo tipo, un póster de Billiken con el Mono Relojero, juguetes y cintas rojas. Ramoncito, un pibe flaquito pálido y de ojos grandes, no tenía más de ocho o nueve años, estaba sentado sobre un cajón de Coca Cola que hacía las veces de banquito. Entraron de rodillas, él los tocó en la frente y dijo: -“Que la fuerza esté con ustedes”. Se miraron extrañados. Ramoncito dijo:-“Hasta la vista babys” y desapareció tras una cortina de plástico con dibujos del ratón Mickey.
-¿Y...? ¿Ya está...?- Preguntó Virgilio. –Por qué no te vas a cagar gordo...?-rugió Marito.
-Bueno, bueno a discutir afuera señores que éste es un lugar santo- dijo un gorila de dos metros que apareció para echarlos fuera del templo. El gordo se reía como un boludo sin saber que decir.
Dos o tres días más tarde, Marito se había instalado en casa del gordo barrilete y estaba empecinado en intentar otro golpe contra la literatura universal, CINCO SEMANAS, UN GLOBO, la historia de una chica anoréxica que en poco más de un mes engorda terriblemente. Hubo una llamada de Virgilio que se encontraba feliz de haberse arreglado con su noviecita, la Eva. – Mirá loco es de creer o reventar eh...-comentó Miguelito Miguel- Y otra vez sonó el teléfono. Era del estudio jurídico del Dr. Vitíligo, tenían noticias para Marito. –Uuh, otro juicio por plagio- pensó, mientras salía para allá.
La noticia era mala y buena la mismo tiempo. Había muerto un pariente cercano, pero le esperaba una importante herencia. Falleció Doña Maria Juana Cañate de Cáñamo, su tía, la querida tía Tuca. La tía Tuca era una mina fresca, divertida, todos los que estaban con ella tenían ataques de risa, los parientes mas conservadores no la querían mucho y se la pasaban hablando mal de ella, pero a ella nunca le importó, en las reuniones enseguida se hacía humo, siempre vestida de seda, cualquiera que la abrazara, terminaba con la cabeza quemada, la Tía Tuca era la mejor. Marito sintió nostalgia, estaba buena la tía, tenía unas tetas enormes bien paraditas, piernas largas y ni hablar del culo. Era dueña de unas cachas firmes y redondas, daban ganas morderlas. Cuantas pajas, cuantas ahorcadas de ganso le había dedicado Marito a la querida Tía Tuca que ya no está con nosotros. Estuvo un rato recordando y le pareció sentir aquel perfume dulzón que dejaba ella a donde iba. Tuvo una erección y se hizo el boludo mientras escuchaba al Dr. Vitiligo, que le explicaba que su queridísima tía Doña Maria Juana Cañete de Cañamo le había dejado como herencia la suma nada despreciable de cien mil dólares más la casa, mejor dicho el caserón de los Cañamo, pero antes de recibirla tenia que cumplir con una extraña condición. La Tía Tuca estaba bastante loca y era muy excéntrica, sobre todo en sus últimos días. El requisito a cumplir por su heredero consistía en pasar una noche en la casa junto a su cadáver embalsamado. Su primo Eusebio Cañete, hijo de la difunta no pudo lograrlo, por lo tanto si Marito resistía, el dinero y la mansión serían suyos. Canutillo, como le decían todos, no quedó muy bien de la cabeza después de ver a su señora madre embalsamada, pero el paja era capaz de cualquier cosa.
Esa misma noche fue a la casa de su Tía y se encerró con llave en el cuarto donde estaba la muerta, desnuda, tendida en la cama, pálida con los ojos vidriosos, no perecía tan muerta después de todo. Puso el reloj despertador pensando en que eso pasaría rápido y pronto podría editar sus libros y volver con la Niceta, nada, no tenía que hacer nada más que dormirse y listo, mañana será otro día y con efectivo en el bolsillo, me acuesto acá y no pienso en nada...Tenía razón el gordo al final eh, es cosa de creer o reventar, no, no puede ser, ese pibito nos cagó, es todo verso, las cosas se dan porque se dan, que se yo...Ya está ésto es pan comido, pasa enseguida, clin caja...Y... Uy! La rocé sin querer... bah, no es nada, la verdad que no parece tan muerta eh...Y... fría no está, yo pensé que iba a estar más dura, más seca, pero no, se mantuvo la señora eh... sigue estando... la verdad que esta buenísima la muerta, y si le doy un besito en las tetas no se va a enterar nadie, que pezones duritos che...
Ahí nomás Marito se descarriló y volvió a convertirse en el paja. Blandiendo su estandarte tieso y rojo la ensartó a la señora nomás, así, como churrasco de croto. A la mañana, sonó el despertador, Marito abrió la puerta y ahí estaba el Dr. Vitiligo con el cheque. El paja salió feliz, fresquito como una lechuga, preparado para recomenzar su vida.
Nadie, ni siquiera el mejor taxidermista, pudo borrar del rostro de la finada aquella brillante, morbosa y espectacular sonrisa.

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